LO QUE SEA, SONARA

 

Hace ocho años, ocho, escribía acerca de la situación creada tras la cesión del “capital” político y electoral de Antonio Morte al PP –La Noria nº 7, 11/2/95- y la defenestración inmisericorde de aquél por nefasto, prepotente, hormigonero, soberbio, iluminado y no sé cuántas cosas más. Por decir que prescindir de él me parecía  un error que alguna vez pasaría factura me retiraron saludos y me dijeron de todo, menos bonito.

El mundo gira y gira y gira y el ayer  futuro condicional es hoy pretérito imperfecto y, miren ustedes por dónde, me han contado algunas lenguas –sin duda viperinas- que altos jerifaltes del PP regional están llamando a AM para que ayude a arreglar el tenguerengue ocasionado tras la debacle electoral, consecuencia lógica de la dilapidación de su herencia por parte de unos herederos que pensaron que todo el monte es orégano, cuando hasta esa fecha no habían ganado nada por sí solos. Dos concejales, cuando más, y eso está en las actas y en la historia y quien olvida su historia está condenado a repetirla.

Si no mienten las lenguas viperinas –y la fuente es de fiar-, esas llamadas confirman tres puntos fundamentales: 1), que el tiempo deja cada cosa –y a cada cuál- en su sitio; 2),   que algo ha de tener el agua cuando la bendicen y 3), que una de dos: o  soy profeta o soy de un listo que apabulla.

Como por respeto a la más elemental de las modestias no puedo reconocerme tamaña inteligencia –aunque aprender todo lo que he aprendido en mi vida sin madrugar debe tener alguna explicación metafísica-, tendré que admitir un ramalazo profético. Lo malo es que, si eso es así, miedo me da pensar que se puedan cumplir algún día los augurios de fractura social que vengo barruntando últimamente. Esperemos que las lenguas viperinas me hayan mentido sólo para darme coba o que mi acierto sea una simple casualidad, como la del burro flautista. Un detalle a mi favor: a diferencia del burro, eso sí, yo sé música.

 

La Noria - Octubre 2003