Con tres gaitas y un tambor

 

Introducción del acto de presentación del cartel anunciador del V Festival Nacional de Bandas de tambores, cornetas y gaitas Villa de Abarán.

Hace unas semanas visitaba la Feria de Arte Contemporáneo, la famosa ARCO, y al entrar pude leer, en las paredes del stand de la Universidad de Málaga, una frase de Pablo Picasso que rezaba: “Porque no encuentro lo que busco, tengo que seguir buscando”. Por las mismas fechas leíamos sobre la cabecera del diario El Mundo: “Con la constancia no se consigue todo. Sin la constancia no se consigue nada”. El pasado miércoles asistía en Madrid a la celebración del  cincuentenario del Colegio Mayor San Pablo, dónde tuve la suerte de vivir siete años maravillosos de mi vida. El Director decía que allí habíamos aprendido, entre otras cosas, que en la vida no todo son victorias. Y es que, a veces, hay que perder alguna batalla para ganar una guerra.

Todo esto, quizás, no tenga nada que ver, aparentemente, con la presentación de un cartel, pero en sus ideas confluyen los sentimientos que nos despiertan y animan a disfrutar de una obra bien hecha. Porque esto no es, ni más ni menos, que el inicio de la culminación, por este año, de una obra bien hecha, en la que se ha cuidado todo detalle, en la que al fondo no le falta forma y se ha derrochado preocupación porque el nombre de este Festival, que va unido al de Villa de Abarán, transcienda el ámbito de los límites de nuestro pueblo. Yo quiero agradecer, ante todo, a los organizadores que me hayan permitido participar activamente en algo tan bien hecho como este Festival de Bandas de Tambores, Cornetas y Gaitas Villa de Abarán. Porque en estos días en los que estamos tan lamentablemente acostumbrados a que cualquiera pise un charco y presuma de haberse dado un chapuzón en una piscina olímpica, cuando el autobombo amplifica y multiplica los ecos de la mediocridad  (y pensar que Picasso murió sin encontrar lo que buscaba), cuando basta asomarnos a la televisión para ver, tristemente, cómo nos inunda la chabacanería, resulta reconfortante comprobar que todavía quedan personas capaces de formar equipos con ese espíritu de superación que les lleva a ganar altura sólo para seguir adelante.

Si el sonido de las gaitas nos sugiere sensaciones tan dispares como la morriña gallega y la furia de los guerreros celtas, tambores y cornetas en vísperas de primavera traen aromas de Semana Santa, de Procesiones.  A mí  me salieron los dientes vestido de nazareno, me salió el vello vestido de nazareno, me salieron las primeras canas vestido de nazareno. Durante años luché, muchas veces, demasiadas veces, contracorriente para que la estética y el buen hacer fuesen el motivo principal que nos moviera. Tuve que retirarme de la lucha, tuve que rendirme en esa batalla, porque no tuve la suerte de encontrarme con personas como las que hacen posible que hoy estemos aquí. Aunque tengo que decir, como San Pablo, “¡qué tarde os conocí!”, quiero daros las gracias, desde mi más íntima emoción, porque si yo perdí aquella batalla, hoy se está ganando la guerra.

Cuando se conoce la meta, el camino sólo es cuestión de más o menos pasos. A ese muchacho que el año pasado lloraba sobre la arena de la plaza porque su trompeta quedó muda, este año le sobrarán labio y pulmón para filar hasta el Mi más agudo. La técnica se aprende con la constancia; el arte y la sensibilidad, como el honor, son patrimonio del alma.

Sólo lo bueno trasciende. Sólo lo bueno perdura. La mediocridad, como la mentira, tiene las patas cortas y no llega lejos, aunque merece nuestro homenaje de gratitud,  porque hace que lo bueno parezca  mejor.

Pedro García

2001