DOBLE LLAVE No
recuerdo qué literato acuñó la célebre frase de “Cien candados
al sepulcro del Cid”, dando a entender que sería bueno dedicar
las plumas a otros temas, porque la literatura no podría vivir
eternamente de la épica y la caballería. Echar doble llave al mismo
sepulcro pedía también Joaquín Costa, para enterrar con él el
pasado. En
el caso más próximo que nos ocupa, en el entorno de nuestro Pueblo,
debiéramos, debemos, deberíamos –por incluir pasado, presente y
futuro- echar doble llave al baúl de los malos recuerdos, alcanzada la
“normalización política” en Abarán por obra y gracia de la
consumada alternancia en el poder, tan necesaria para perder el miedo a
la libertad que en muchos casos y casas subyacía, y dedicarnos a
trabajar el presente para labrar entre todos un mejor futuro, que no
pinta muy airoso, archivando el pasado en el armario de esa historia
que, si necesario es no olvidarla para no repetirla, tampoco es
imprescindible hacer de ella el motivo cotidiano de nuestra existencia. Cumple
este año la Constitución sus bodas de plata y dentro de dos
cumpliremos treinta de democracia en España. Muchos más, por la
actualización del valor tiempo, que proporcionalmente duró el anterior
régimen. Al abrigo de esa Constitución que nació de todas las
tendencias del momento para superar viejas rencillas -pluralidad que
convierte en pretencioso el afán de paternalismo exclusivo, como bien
dijo S.M. en su discurso a las Cortes-, superemos ya todos esos
reproches desde el respeto a las personas y su derecho a ser distintos,
a pensar diferente, considerando subjetivamente normal lo que es
absoluta y objetivamente normal. Y
en lo cotidiano, acostumbrémonos de una puñetera vez a expresar
nuestra opinión libre y tranquilamente, con ánimo constructivo y sin
confundir la valoración de una gestión pública –y el derecho a esa
valoración- con juicios de valor sobre las personas que la desarrollan. Hablémonos, siga el pleito y dejemos los colores para ese arco iris que siempre luce tras la tormenta
Diciembre
2003. |