ABARAN
NO AMANECE SOCIALISTA No
es el martillo el que hace perfecto el guijarro, sino el agua con su
danza y su c Hemos tenido que dejar atrás el siglo XX para aparcar definitivamente en Abarán los viejos fantasmas que algunos, muy preocupados por la indivisibilidad territorial de España y no tanto por la división de los españoles en rojos y nacionales, han tenido el desocupo de airear a los cuatro vientos en su periplo electorero a través del suelo patrio, como eco amplificado de ancestrales posturas locales en las que ni la reciente lección de las urnas ha conseguido despertar la necesidad de una reflexión generosa y sincera que ayude, al menos, a superar la incomprensible tragedia que al parecer ha supuesto algo tan humanamente posible como perder unas elecciones.
En
los días anteriores a las elecciones hemos oído comentar que esta vez no
votarían al PP, sino a Antonio Francisco, no sin cierto recelo, pues
el resultado no estaba tan claro. ¡Qué nos van a contar, J.T.!. Otros, en
pro de lo que hemos estimado mejor para nuestro Pueblo y nunca en contra de
nadie, hemos cometido el atrevimiento, fruto de nuestra libertad y al amparo
de una Constitución que todos juran, de ponernos pins o pegatinas, ir a los mítines
y dejarnos ver, apoyar en privado y en público la necesidad inaplazable del
cambio o colocar carteles en la ventana en un gesto que no faltará quien lo
haya tachado de payasada, pero que ha servido al personal para cerciorarse de
que se puede colocar un cartel en la ventana sin que tamaña osadía te
convierta en reo de la Inquisición.
Sin
embargo, esa actitud, normal en un siglo XXI que ha sido desde tiempo
inmemorial referencia fantástica de la cultura intergaláctica; normal en un
estado democrático en el que no basta que cada uno vote y calle, sino que su
esencia es el respeto a las ideas y opiniones de cada cuál y a su libre
expresión; esa actitud, cuya defensa incluso ha sido esgrimida sin pudor para
justificar una guerra, no era normal en mi Pueblo. La propaganda
que me han hecho ha sido de agárrate y no te menees; pero mi Pueblo bien
vale que lo despellejen a uno y aquí está uno, impertérrito e
inamovible, aguantando el chaparrón sin paraguas y que llueva que llueva la
Virgen de la cueva, sin perder el
buen humor, que siempre ha de haber zagales que paguen los platos rotos y, a
fin de cuentas, por más agua que te caiga si eres
aceite acabas flotando.
De
la misma manera que antes de saber el resultado de las elecciones dejé claro
para quién era mi voto y mi
apoyo en pro, insisto, de lo que he entendido mejor para mi Pueblo, despejada
la incógnita tengo que confesar, en justicia, que las etiquetas políticas
nunca han despertado en mí demasiado entusiasmo. Me interesa más el
contenido que el continente. Otros, sin embargo, sienten adoración por unos
colores y en su tan esperado como inesperado júbilo han proclamado, con una
discreción que les honra, ese “Abarán amanece socialista”. Pero
saben que no se trata de eso, tanto por la lectura literal de los resultados
como por la seguridad de que prevalecerá, sobre todo y a pesar de todo, la
manifiesta voluntad de nuestro nuevo Señor Alcalde, que también es Ilustrísimo
por razón de su cargo, de serlo para todas y todos las/los
abaraneras/os (¡menudo trabalenguas!),
fiel a su promesa de cumplir y hacer cumplir la ley, demostrando con su
señorío y una claridad meridiana que otro Abarán es posible. Para eso lo
hemos hecho depositario de nuestra confianza. Para eso le hemos dado el Poder.
Así entiende él el Poder. Eso es el Poder.
Con
Antonio Francisco Abarán no amanece socialista. Es más sencillo, más
bonito, más grande, más profundo, más ilusionante, más esperanzador, más
hermoso, más rotundo: Abarán, símplemente, amanece.
La Noria - Junio 2003 |